viernes, 17 de febrero de 2012

Shame, de Steve McQueen


En los últimos cuatros meses he visto tres películas en el cine protagonizadas por el actor Michael Fassbender: Un método peligroso, Jane Eyre y Shame. Las tres me han gustado, pero la de hoy, Shame, se lleva la palma. O la copa Volpi. Que se la dieron a Fassbender al mejor actor. Y no sé cuántos premios más.
He ido sola, y cuando he salido del cine no sabía qué hacer, como si de repente no pudiese hacer varias cosas a la vez, como si fueran incompatibles, tan aturrullada estaba. ¿Ir caminando al intercambiador? ¿enviar un sms? ¿llamar a alguien? El caso es que  me he puesto el abrigo ya en la calle  y sin querer fijarme en las personas que iban pasando, me he acordado de los dos vejetes que en mitad de la sesión se han marchado. Y entonces he empezado a caminar, mientras enviaba 1 sms a dos personas: es muy dura Shame, y me he metido en el metro. Al llegar a la puerta no he podido pasar, olvidando por unos segundos, que para entrar hay que meter primero el billete. Qué despiste. Pero la película se te queda pegada. La cara de Fassbender. La atmósfera. Y he pensado que mejor haber ido sola, que no apetece mucho hablar después de verla, que mejor llegar cuanto antes al autobús y volver a casa. Pero primero el trayecto en metro. Y cómo no pensar dentro del vagón en Fassbender. Él también viaja en metro. Y aquí el metro, no sólo es un metro. Pero para eso hay que ver la película. Y sacar conclusiones. O metáforas por un lado y otro. 
 En el bus he empezado a leer un libro de recetas de cocina que he comprado en fnac, pero no había manera. Ahí estaba Fassbender otra vez. Y me ha contestado M. al sms de es muy dura Shame. Respuesta: mucho.  No sólo me lo ha parecido a mí. Ni a los vejetes que han abandonado la sala. Fassbender se desnuda en todos los sentidos. Y una tiene la sensación de haber estado una hora treinta y nueve minutos metida en el interior de una persona. Y es inquietante.
Subiendo hacia casa he recordado un capítulo de Mad Men. En aquel capítulo aparecía de la noche a la mañana un hermano del protagonista (Don Draper). El hermano le está buscando (creo que veía su foto en un periódico y por eso da con él), y quiere recuperar su afecto, recuperar el tiempo perdido, su cariño, el tiempo que no han pasado juntos, pero Don que ha querido dejar enterrado para siempre su pasado para transformarse en otra persona, sólo puede ofrecerle dinero. O lo único que se le ocurre para que se vaya, para que le deje en paz, incapaz como es él de permitirse una mirada hacia atrás, es darle dinero. No puede, no debe permitirse más. Nada de estrechar vínculos o todo se vendría abajo. Sin darse cuenta, o quizá sí, que la caída está siempre al acecho. Por ahí anda Shame. Aunque con muchas diferencias.
Y a Brandon (Fassbender) que le gustaría vivir en los años sesenta y ser músico... pero esta película no es Midnight in París. Y no hay viajes en el tiempo. Y por eso no está nominada a los Oscars. Ni tampoco Fassbender.
Es muy dura Shame. Mucho.
LA SINOPSIS DEL PAPELITO DE LOS RENOIR: Brandon es un exitoso treintañero que vive cómodamente en su apartamento de Nueva York. Su distracción frente a la rutina diaria consiste en seducir a mujeres, encadenando un sinfín de romances condenados al fracaso y ligues de una noche, además de citas con prostitutas y sexo en internet. Su ritmo de vida, controlado hasta entonces, empieza a hacer aguas cuando Sissy, su hermana rebelde, llega inesperadamente de visita. Su presencia en la vida de Brandon empuja a éste a adentrarse aún más en su sórdido submundo sexual, huyendo de la necesidad de su hermana de mantener una relación afectiva.
P.L.  

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