sábado, 28 de enero de 2012

¿Será En la pausa? (I)

Después de elegir unas pelis en Fnac, acompañé a L. a La casa del libro. No tenía intención de comprar ninguno, ni siquiera me iba fijando con atención para ver qué había en las mesas y en las estanterías, pero no sé, lo vi ahí, como pasando desapercibido, como si fuese una de esas personas que tienen mucho que contar y sin embargo, no les gusta hacerse notar, y tuve que llevármelo. Previo pago, claro. No sé qué fue: un impulso, la sencillez de la portada, sus tapas finas, el nombre de la editorial La uña rota, no tengo ni idea, pero lo cogí. Le dije a L., “creo que este libro va a ser un hallazgo”.Como si de repente tuviera en las manos, como el chico de la portada  tiene en las suyas, un libro que me va a gustar mucho. Y aquí estoy, con Diego Meret y su libro En la pausa. En la pausa. No quiero buscar por Google. No quiero saber nada de Diego Meret. Ni tampoco leer  entrevistas, ni qué se ha escrito acerca de su obra, ni nada de nada. Sólo quiero sentarme, en la pausa de una película, en las pausas al salir del trabajo, en la pausa del trayecto en bus que me lleva del pueblo a la ciudad, y leerlo: sin prólogos, sin anotaciones previas, sin recomendaciones... Pensar que el libro me estaba haciendo una señal y la detecté. Y el nombre y apellido, Diego Meret, me recuerda a otro nombre y apellido de otro escritor: Diego Medrano. También llegué a Los héroes inútiles (recoge la correspondencia entre Leopoldo María Panero  y él) y Diario del artista echado a perder sin haber escuchado nada sobre el autor ni la obra. Ojalá Diego Meret y Diego Medrano no sólo tengan en común el nombre y la prímera sílaba del apellido. Ojalá, se trate de otro hallazgo. Otro hallazgo en esta mañana de sábado, que por fin, vinieron a arreglar la enorme persiana del salón. Por fin tengo luz del día, y no la triste luz artificial. Este sábado apunta bien. En la pausa. En las pausas.  


Nota: Ayer vimos Los hombres que no amaban a las mujeres, de David Fincher. No he leído la trilogía  Millenium. Tampoco vi las anteriores adaptaciones que se hicieron de esos libros para el cine. Pero como Fincher nunca me deja indiferente, fui a verla junto con L. ¿Puedo pedir el Oscar para Rooney Mara? Académicos, ¿me oyen?
P.L.

domingo, 22 de enero de 2012

Semana de gánsters, dos hermanas gemelas, varios crímenes imperfectos, muchos recuerdos y un gran banquete

Miércoles 18:
Qué verde era mi valle (1941), de John Ford
Viernes 20:
Bugsy (1991), de Barry Levinson
Sábado 21:
A través del espejo (1946), de Robert Siodmak
Domingo 22:
El festín de Babette (1987), de Gabriel Axel

miércoles, 18 de enero de 2012

QUÉ VERDE ERA MI VALLE (1941), de John Ford


Viendo Qué verde era mi valle, me he acordado del pequeño Marcel (En busca del tiempo perdido). En esta película, el pequeño se llama Huw y como Marcel, un día enferma y debe guardar cama durante un tiempo. Dentro de ese tiempo de enfermedad, leerá unos cuantos libros, y serán esas lecturas las que jamás, nos dice, podrá olvidar. Pero como a Marcel, lo que le deja una huella más profunda serán las interrupciones que sufre en  ese tiempo que tiene que permanecer en su habitación: las conversaciones de sus hermanos, todos mayores que él; la visita y ánimos que le ofrece el párroco, con el que poco a poco hará una gran amistad; las atenciones de su padre y hermana; la entrada de dos pájaros que picotean juguetones en su ventana, mientras él está ahí, sonriendo divertido ante la  inesperada visita. Su madre, que a diferencia de la de Marcel, enferma como su  hijo -los dos se  han caído al agua- se comunicará desde otra habitación con su niño a golpe de bastonazos. Pap-pap. Poc-poc. Un lenguaje improvisado por  los dos enfermos, pero que todos entendemos, sin necesidad de diccionarios.
Qué verde era mi valle  habla efectivamente, de un valle por aquél entonces verde, pero también de la familia Morgan, del duro trabajo en las minas, de las huelgas, del amor, de la muerte, de las peleas de colegiales, de la hipocresía, de la amistad, de bienvenidas y despedidas. Justamente esta historia comienza en el momento que Huw, un hombre ya de cincuenta años se está preparando para marcharse del valle, su valle. Pero antes de irse mira al pasado para hacer un balance de todo lo que se queda ahí, y también de lo que se lleva: porque en realidad el valle ya no es verde, ni los caramelos duran horas en la boca, ni permanece su sabor una vez terminados. Tampoco se cantan canciones, ni se baila; pero en el recuerdo, todo eso permanece como cuando el valle era verde. El valle de Huw  Morgan. 
<<Los hombres como mi padre no pueden morir. Todos ellos están aún conmigo, tan reales en el recuerdo como lo fueron en su vida. Amantes y amados para siempre. Qué verde era entonces mi valle>>. 
P.L. 


sábado, 14 de enero de 2012

THE ARTIST, de Michael Hazanavicious

 
Leí en una revista de ocio que The Artist tendría que enfrentarse a la pereza de los espectadores a la hora de meterse en un cine para ver una película muda. Porque The Artist es una película muda. Pero la película está teniendo su público, y entre ese público nos encontrábamos el viernes 13,  L., D., J., y yo. Más tarde, nos despediríamos preguntándonos si volveríamos a acertar en nuestra próxima salida-cinematográfica con una película del mismo modo como lo hicimos ayer. Pleno: a los cuatros nos encantó. ¿Y por qué no íbamos a acertar? Pues porque no todos los días se tiene el lujo de ir a ver una película tan ma-ra-vi-llo-sa como ésta.
L. nos llamó la atención sobre la sonrisa del actor (Jean Dujardin), y sobre el rostro tan expresivo de la actriz (Bérénice Bejo). En la película dan vida a los personajes George Valentin y Peppy Miller. Así, tal cual. George Valentin y Peppy Miller. Como dos estrellas, como dos nombres venidos de un mundo muy lejano a entrar en el nuestro por la obra y gracia de este joven director: Michel Hazanavicius (1967). Porque nos encontramos en el año 1927, en el mundo HOLLYWOOD, ese mundo de estrellas del cine mudo que luego tendrían, con la llegada del sonoro, que estrellarse. PLAFF!! Pero ahí está nuestra nueva musa del sonoro, Peppy Miller, para ir recogiendo los pedacitos y recomponerlos y darles, por qué no,  algo de esperanza. Peppy Miller, y el perrito fiel,y Clifton el chófer. Porque en aquella época las estrellas  tenían chófer, claro que sí. Y doncellas. Y eran fieles a los actores con los que trabajaban. Aunque luego no pudiesen pagarles su sueldo. Aunque todo fuese en blanco y negro. La magia del cine. La maravilla de entrar y encontrarte sentada junto con otros que quieren pasar 1 hora 40 minutos con una sonrisa en la boca. Porque esta película la ves la mayoría del tiempo con esa sonrisa en la boca. Y nos llamó la atención que en la sala hubiese un hombre con un perro. Y cómo el perro se puso a ladrar (2 ladridos) y tuvo que marcharse. El perro y el señor. Y por esas casualidades geniales que sólo pasan en la sala de un cine, en una escena, George Valentin entra en un cine acompañado de su pequeño perro, y ríe con el público viendo la película, ya en sonoro, de Peppy Miller. Así como nosotros teníamos -aunque no sé si riendo o no, o más bien apurado- a un señor con un perro dentro de nuestra sala. El cine dentro del cine. El blanco y negro dentro de un mundo de color. Con nuestras gafas nuevas, nuestros libros de portadas llamativas, nuestros llaveros de arco iris y nuestras bolsas de El Corte Inglés. Nuestras sonrisas viendo a ese tremendo John Goodman sin colores, expresándose con y en su gordura, y con sus gestos. Me dijo J. que también tiene una breve intervención el protagonista de La naranja mecánica, el actor Malcolm McDowell. Vayan al CINE, a ver si le reconocen, y no se pierdan el baile final... Se les moverán los pies. Y el corazón.

P.L.

miércoles, 11 de enero de 2012

ENCUENTRO EN LA NOCHE, de Fritz Lang (1952)

Peggy (Marilyn Monroe): Tengo que irme ya, sólo quería enseñarte el anillo.
Mae (Barbara Stanwyck): Peggy, espera un momento...
Peggy: No puedo, Joe me está esperando. Los diamantes me hacen ser puntual.

domingo, 8 de enero de 2012

EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE, de Mark Haddon

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Esta novela no es una novela policiaca, aunque su protagonista nos diga que sí  lo es. Mejor: esta novela, tiene algo de novela policiaca, pero no sólo se trata de una novela policiaca. Su punto de partida es un asesinato, en concreto el asesinato del perro Wellington, y el joven Christopher John Francis Boone, tratará de resolver el misterioso caso. 
A través de sus investigaciones nos adentraremos en el vecindario en el que vive este chico de 15 años con síndrome de Asperger. En su vecindario, en su familia, en su colegio y en su modo tan particular y peculiar de percibirlo todo.
Su mundo es el mundo de los números primos, y por eso el libro que empieza a escribir- animado por su profesora Siobhan- se divide en los capítulos 2, 3, 5, 7, 11, 13, 17, 19, 23, 29, 31, 37, 43, etc. Yo creo que los números primos son como la vida. Son muy lógicos pero no hay manera de averiguar cómo funcionan, ni siquiera aunque pasaras todo el tiempo pensando en ellos. A Christopher le cuesta entender el mundo tal y como lo entienden los adultos que están cerca de él; del mismo modo, a esos adultos les cuesta comprender el de Christopher. Esto dará lugar a situaciones cómicas y a otras que no lo son tanto.
La profesora le recomienda que se centre en los hechos que son relevantes para el buen funcionamiento de la historia que va a escribir y que le ayudarán a hacer un buen seguimiento del caso, que no se entretenga en cosas que no vienen a cuento,  pero para Christopher, además de las pistas que irá encontrando, también tienen una gran importancia aquellas herramientas que le hacen más fácil su relación con el entorno y con los demás. Así aparecerán en su libro, que no es otro que el libro que tenemos en nuestras manos:
  • Mapas (del zoo, de la estación de trenes....)
  • Fotografías
  • Gráficos
  • Listas (por qué me gusta, por qué no me gusta)
  • Diagramas
  • Símbolos
  • Esquemas mentales
  • Constelaciones
  • Problemas matemáticos
  • Horarios (mapa del tiempo)
  • Fórmulas para resolver ecuaciones de segundo grado
  • Lista de letreros (galletas de Millie Café Burguer King )
  • Anuncios

Esta historia es la historia de un pequeño héroe, que tendrá que escapar de su casa y hacer frente -como todo buen héroe que se precie- a todo lo que le impide llevar a buen fin sus tareas. En el viaje deberá soportar a una multitud de personas que en algunos casos se le acercan demasiado; coger el tren para ir a Londres; meterse en un lugar sobrecargado de información; oír ruidos que no sabe de dónde vienen; despistar a policías que le buscan y a un padre enfadado; reprimir sus ganas de utilizar la navaja;  un examen; un amante antipático y una vecina despechada...  
Un pequeño héroe que tiene como libro favorito El perro de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle y como mascota una rata. Y que parece no aburrirse nunca dentro de su mundo: Y Siobhan dice que la gente va de vacaciones para ver cosas nuevas y relajarse pero eso a mí no me relajaría, y además puedes ver cosas nuevas mirando tierra en un microscopio o dibujando la forma que resulta de la intersección en ángulos rectos de tres varillas circulares de igual grosor. Y creo que hay tantísimas cosas en una sola casa que tardaría muchos años en pensar adecuadamente en todas ellas. Además, una cosa es interesante porque pensamos en ella, no porque sea nueva.
Christopher consigue finalmente dar respuesta a algunos de los interrogantes,  pero a otros se la tendremos que dar nosotros . Y lo que quería decir era que las matemáticas no son como la vida, porque al final en la vida no hay respuestas sencillas. Gracias a unas cartas que encuentra, y a la gran memoria que tiene (le permite transcribir conversaciones que ha mantenido con otras personas) podremos ir jugando también nosotros a los detectives para ir comprendiendo poco a poco este curioso libro que se puede leer a partir de la medianoche sin bostezar.

P.L.