El aire de Chanel, de Paul Morand Fábula de Tusquets Editores. Octubre, 1999. 162 páginas |
El aire de Chanel es una biografía un tanto curiosa. Está escrita en primera persona pero el autor no es Coco Chanel sino el poeta Paul Morand. Cuando ella tenía sesenta y tres años, y él cincuenta y ocho, coincidieron en Saint-Moritz, y ella empezó a tirar del hilo, esta vez no para crear un traje, sino para contarle sus recuerdos, algunos retazos de su vida. Así, Paul Morand escuchaba, y tras el adiós, subía a su habitación a tomar anotaciones de todo lo que le había narrado su vieja amiga. Pasó el tiempo y un día se acordó de esas hojas, ya amarillentas. De ahí nace El aire de Chanel.
Coco es en muchos sentidos un personaje. Ese personaje que siendo una niña sufrió muchas carencias afectivas y que, gracias o a pesar de ello, fue forjando con empeño su carácter, su aire, sus aires, hasta llegar a levantar, a base de trabajo y más trabajo un imperio: la casa de modas Chanel.
Nos cuenta, o le contó a Paul Morand, que su educación se basó sobre todo en la lectura de novelas: compraba sobre todo libros, para leerlos. Los libros han sido mis mejores amigos. Así como la radio es una caja de mentiras, cada libro es un tesoro. Hasta el libro más malo tiene siempre algo que decir, alguna verdad. Hasta las novelas más estúpidas son monumentos de experiencia humana. He estado con muchas personas muy inteligentes y de gran cultura; se han extrañado de mis conocimientos; aún se hubieran extrañado más si les hubiera dicho que había aprendido a vivir en las novelas. Si tuviera hijas, les daría, por toda instrucción, novelas. En ellas encontramos las grandes leyes no escritas que rigen al hombre. En mi región no se hablaba; se carecía de tradición oral. Desde las novelas por entregas, leídas en el granero a la luz de una vela robada a la criada, hasta las más grandes obras clásicas, todas las novelas son realidad disfrazada de sueño. De niña leía, por afición, indistintamente catálogos y novelas: las novelas no son otra cosa que grandes catálogos.
La pequeña Coco leía, y a la pequeña Coco también le gustaba refugiarse en un cementerio. Como los muertos no hablan y son buenos oyentes, ya que no interrumpen, ella encontró ahí su mejor escondrijo: le interesaba sobre todo escuchar su voz, sin prestar atención a nadie más. Supongo que en ese lugar se fue forjando la famosa lengua afilada de la modista, que hasta para hacer un regalo tenía que añadir un matiz: le envío estas seis estatuas de figuras venecianas. Ya no las aguanto más. Quizá se acostumbró demasiado a hablar con muertos.
En el libro nos encontramos opiniones acerca de la moda, a la que no considera en ningún momento arte. La moda no es un arte, es un oficio. Que el arte haga uso de la moda es más que suficiente para la gloria de la moda.
Este sábado vi un breve documental sobre el diseñador de moda Tom Ford. Al igual que Coco, tampoco considera la moda arte. De hecho, uno de los motivos por los que quiso hacer la película Un hombre soltero, es porque quería dejar algo que permaneciese un poco más, y no se limitase a una estación. Los dos, inmersos en ese mundo, consideran que la moda es reflejo de la sociedad del momento, la moda no está sólo en los vestidos; la moda está en el aire, la trae el viento, se presiente, se respira, está en el cielo y en el asfalto, está en todas partes, mantiene una estrecha relación con las ideas, las costumbres, los acontecimientos. Si por ejemplo no existe en este momento esa ropa interior, esos tea-gomns tan del gusto de las heroínas de Paul Borget y de Bataille, se debe sin duda a que vivimos en una en la que ya no hay interior. Tom Ford en la actualidad se plantea: ¿de qué es síntoma esa tendencia en la que todo parece estar hinchado? ¿los labios, los pechos…? ¿por qué tanto botox?
Una anécdota que cuenta sobre Picasso, con quien tuvo una gran amistad: unos ladrones entraron en su casa y le robaron ropa blanca, sin prestar ninguna atención a sus cuadros. Picasso, y Stravinsky, Diaghilev, Forain, Madame de Chevingné… también nos encontramos con momentos que vivió junto a ellos. Como con el único amor de su vida, Boy Capel, aquel guapo inglés (…) el único hombre al que he amado. Murió. Nunca lo he olvidado. Fue la gran suerte de mi vida; había hallado a una persona que no me desmoralizaba.
También sus opiniones acerca de las copias: En realidad, una invención se hace para que, una vez utilizada, se pierda en el anonimato. No sabía explotar todas mis ideas y me da una gran alegría verlas realizadas por otra persona, a veces con más acierto que yo. Por ello, durante muchos años ha existido una gran discrepancia entre mis colegas y yo, entre lo que para ellos es un gran drama y para mí no: la copia.
Más: ¿Qué pueden hacer los pequeños sino imitar a los grandes? Vuelvo a repetir que hacer una patente para un vestido, y ni siquiera para eso, para un dibujo o un freno de cañón de tiro rápido, es antimoderno, antipoético, antifrancés. El mundo ha vivido de las invenciones francesas y a su vez Francia ha vivido de la elaboración y de la puesta en práctica de las ideas inventadas por otros pueblos; la existencia no es sino movimiento e intercambio.
La verdad, no sé si seguiremos viendo dentro de unos años El aire de Chanel en las librerías, pero casi puedo afirmar que seguiremos viendo los frascos de Chanel Nº5 en las perfumerías, aunque luego se lo lleve el aire:
No sé por qué me he metido en este oficio y por qué se me ha considerado una revolucionaria. No fue para crear lo que me gustaba, sino, en primer lugar y ante todo, más bien para hacer pasar de moda lo que no me gustaba.
Patricia L.D.
Nice :)
ResponderEliminarHola Juan, bienvenido!
ResponderEliminarDe la lectura de este libro podía salir cualquier cosa. Y bueno, cualquier cosa me ha salido finalmente:-) No sabía cómo tratar el "personaje" de Chanel, qué párrafos elegir de esa biografía. Me ha parecido una mujer muy compleja. Pero creo que ha sido precisamente eso lo que más me ha gustado:que no hay por donde cogerla. Sentimientos encontrados.
Gracias por tu "nice :)"
Un abrazo.