domingo, 23 de enero de 2011

Solo una cosa no hay. Es el olvido.

Recuerdo -hace mucho tiempo- que mi amiga Vanesa me contó algo sobre un cuadro, algo sobre cómo al mirar ese cuadro sentía que ella había estado allí, como si hubiese vivido en esa época, y en ese momento. Me gustaría, si se acuerda, que me dijese qué cuadro era. Yo tengo una sensación similar cuando leo una carta que le envió Lawrence Durrell a Henry Miller. En ella le cuenta cómo un grupo de amigos subieron una noche borrachos a la Acrópolis. Estaban allí, sentados y embriagados por el vino y la poesía, cuando de repente, uno de ellos, Katsimbalis, se levantó de golpe y gritó:<<¿Queréis oír los gallos de Ática, condenados modernos?>>. Ninguno le contestó. A continuación fue corriendo al borde del precipicio y de su boca salió un espeluznante Quiquiriquiii. Y a ese Quiquiriquiii fueron uniéndose los maullidos de un gato, y luego otro, y otro tras otro. En un instante pareció que toda Atenas despertaba al grito de Katsimbalis. Y los amigos reían a carcajadas. Cuando leo esa carta, entro en ella. Entro en la Acrópolis, en esa noche mágica, y estoy allí. Escuchando, riendo con ellos. También siento que he estado allí, en esa época, y ese momento. Como Vanesa en aquel cuadro. Y pienso en el gozo que experimentaría Henry Miller mientras  leía esa carta. Desde Nueva York. Y cuánto le hubiese gustado estar reunido con sus colegas. Aquella carta la puso como apéndice para su obra El coloso de Marusi. Una delicia de libro sobre su viaje a Grecia.


Hace poco recibí dos fotografías de Antonio, un compañero de la Facultad que había ido a pasar unos días a Grecia. Una de ellas era ésta.  La Acrópolis. En la noche:
Quiquiriquiiii

Pasados unos días en un correo suyo  aparecía una frase de Borges: “Solo una cosa no hay. Es el olvido.” Y acordándome del cuadro de Vanesa y de la carta de Lawrence Durell, y de la similitud entre lo que sentimos al ver ese cuadro y al leer esa carta, me pregunto si en verdad no habríamos estado allí, en ese otro mundo, ella en el del cuadro y yo en la Acrópolis con Katsimbalis y los demás, lo único que hasta entonces la memoria no nos lo hubiese recordado.

Y después de leer la frase de Borges en el correo de Antonio continué con el libro que tenía entre manos, Dietario voluble de Enrique Vila-Matas.  Nos habla de Nungesser y Coli, los dos pilotos que no consiguieron atravesar el océano Atlántico. Dos semanas más tarde de su tentativa, lo consiguió Lindbergh. Se acuerda de ellos, de los dos pilotos gracias a la lectura de un un haiku de Sebald: <<El 8 de mayo de 1927/ los capitanes/ Nungesser & Coli/ despegaron de Le Bourget/ & después nunca más/ se les volvió/ a ver.>>. Nungesser y Coli desaparecieron, y tras hablarse un tiempo de su historia, todo cayó en el silencio. Sebald los recupera en su haiku, a continuación los recupera  Vila-Matas, y ahora yo.  Porque solo una cosa no hay. Es el olvido.

Vila-Matas menciona un cuadro del pintor mexicano, Ángel Zárraga, cuadro que es un homenaje a aquellos dos pilotos desaparecidos. Además de ellos, en el cuadro salen unas mujeres esperando, a modo de cuadros autónomos dentro del cuadro. (¿Sería el cuadro de Vanesa, de su época, de su momento?). Y termina el párrafo Vila-Matas diciéndonos:<<He mirado esa pintura y después me he olvidado de todo, salvo del olvido>>.

Sí, después de leer la frase de Borges en el correo electrónico de mi compañero,  me encuentro en el libro de Vila-Matas esa otra parafraseándola. Y pienso en lo que le gusta a Laly todo lo relacionado con las casualidades. Y cuánto disfruta con los libros de Paul Auster. Ayer me contaba que había terminado el último y que también hay casualidades. Y mi madre me dijo que tengo que leer Leviatán, de Paul Auster,  que me va a gustar mucho. 

Me acuerdo, para terminar,  que Borges además de decir que <<Solo una cosa no hay. Es el olvido>>, también sostenía que las casualidades no existen, que los sucesos  imprevistos son producidos por hechos y circunstancias en las que nada tiene que ver el azar sino leyes muy precisas que nosotros, los hombres,  desconocemos y por ello las atribuimos a lo incontrolable.

P.L.


3 comentarios:

  1. Patri, me gusta tu texto. Sólo discrepo en el final. Ya sabes como me seduce la el vinculo entre el azar y la vida. No estoy de acuerdo con el gran Borges cuando niega la casualidad y creé en ” las leyes precisas que nosotros los hombres desconocemos” y que por supuesto , a las que no tenemos acceso, me suenan a leyes divinasy a fatalidad Me gusta la anarquía de la casualidad…..
    Un abrazo no azaroso.

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  2. Cuán cierto es eso, de la certeza del no olvido. Y yo que en estos días he estado tratando de dividir mi vida como si fuese un libro escrito en dos partes. Primera parte: Antes de los 36; punto y aparte y olvido. Segunda parte: Después de los 37 (inclusive)y pa' lante. Por supuesto pretendo dejar todo lo que no me sirve en la primera parte, ya te contaré qué tal se va desarrollando mi segundo tomo, el que no se pretende conservar en la memoria;). Un beso, excelente post, como todo lo que sale de ti.

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  3. Hola a las dos desde Sierra Nevada, digo desde la nevada sierra... Lástima que no podamos conversar sobre todo esto hoy, pero bueno, lo posponemos para el próximo viernes, ¿de acuerdo? Muchas gracias a las dos por pasaros por aquí. Laly, tengo casualidades de esas que te gustan para compartir. Danis, no deseches nada de esa primera parte, que todo se puede reciclar. Abrazos a las dos!! Y hasta pronto!!

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