sábado, 14 de febrero de 2015

Las páginas del mar, de Sergio Martínez.

Las páginas del mar
Sergio Martínez
Grijalbo
632 páginas
20,90 Euros
9,99 eBook
Quizá estos dos “personajes”os suenen: 



 El primero es  Fernando de Magallanes, el segundo Juan Sebastián Elcano. Dos personajes históricos que aparecen en esta novela de Sergio Martínez (Santander,1975) y que nos sirven para situarnos en un contexto muy concreto: estamos en el año 1519,  justo en los momentos previos a  que cinco naves españolas al mando de Magallanes, y posteriormente de Elcano, emprendan rumbo a las Islas de las Especias. La empresa no es pequeña, ya que deben llegar allí atravesando únicamente mares castellanos, respetando de este modo lo acordado en el Tratado de Tordesillas. Un viaje que pasará a la historia: se trata de la primera circunnavegación del Mundo.

 Pero acabamos de ponernos en marcha, y para que este viaje termine tienen que pasar  tres años, muchas aventuras y sobre todo desventuras (hambre, sublevaciones, discusiones, violaciones, egos enfrentados…) Sólo una, de las cinco naves, regresó de la expedición; de los más de doscientos cincuenta hombres que salieron de Sanlúcar de Barrameda aquel veinte de septiembre, sólo dieciocho regresaron.

He empezado esta reseña con dos Grandes Nombres para un Gran Viaje, pero descendamos un poco, porque esta historia tiene como protagonista a un grumete, un  montañés que será junto a Antonio Pigafetta (otro personaje histórico) el encargado de ir anotando lo que sucede en ese periplo, el encargado de narrar esta historia: Definitivamente, no iba a ser fácil retratar al portugués (Magallanes). Además, de eso ya se encargaría Pigafetta; al fin y al cabo, tenía contacto diario con él y gozaba de su confianza. No, mi historia iba a ser diferente. No hablaría de reyes ni de reinos; no hablaría de imperios ni de grandes flotas llamadas a la conquista de nuevas tierras. Como me habían pedido mis compañeros, mi historia se centraría en lo cercano, en el sufrimiento de los humildes, en las miserias de las personas sencillas, a través de uno de nosotros. Yo mismo había propuesto que fuera alguien imaginario, pero me costaba. Entonces lo vi claro: sería mi propia historia; camuflada, sí, pero la mía. Yo sería el personaje. (p.242)

Este protagonista-narrador antes de llegar a formar parte de la tripulación de la nave Victoria vivía en la comarca de Liébana  junto a su madre, su padre, dos hermanas y tres hermanos. Allí sufrían épocas en las que escaseaba el alimento: las raciones eran cada vez más justas y dependíamos en gran medida de lo que nos daba el monte, de tal modo que si no era posible hacer pan de trigo, de centeno o de otro cereal, molíamos las castañas y las bellotas que habíamos recogido en otoño y hacíamos un pan amargo que, aunque no nos gustaba, al menos nos alimentaba. (p.51) Una vida en la que hay que trabajar la tierra, sabiendo que la naturaleza a veces juega malas pasadas, y en la que los que más tienen más quieren y por tanto, más aprietan al resto; pero en la que también habrá gratas sorpresas para él, como es la entrada en ese mundo  de necesidades, otro  materializado en una  Biblioteca, y que le abrirá las puertas a la lectura y a la escritura. Gracias a Sancho el Tuerto –y sólo desvelaré su nombre- irá descubriendo a Herodoto, Platón, San Agustín, Jorge Manrique o al Arcipreste de Hita, entre otros.  Con aquellas lecturas descubría un mundo inmenso de emoción y fantasía que nunca había imaginado. Mis tareas diarias con los animales, en el huerto o en las tierras de cereal, tanto en casa de Sancho como en mi hogar, pasaban como un relámpago mientras recordaba aquellos versos y relatos maravillosos que mi maestro nos hacía copiar (…) (p.104)

Lecturas que sin embargo no pueden hacer nada contra las injusticias que tienen lugar en su pueblo. Y lecturas que luego  tendrán su espacio en el mar. Y es que en el mar, navegando día y noche, día y noche, día y noche, el tedio está al acecho, y sólo queda o bien ponerse a trabajar o sumergirse en otras historias o en la propia, si uno quiere escapar de él. Lecturas que -¡cuánto nos alegramos!- no le llevarán a infravalorar otros conocimientos que están más allá de lo libresco: Sin embargo allí, trabajando en la playa más remota del mundo, rodeado de sencillos grumetes y marineros, me sentía feliz volviendo a aprender, y en aquellas manos curtidas, expertas y sabias de mis compañeros veía el mismo brillo y la misma sabiduría que en las palabras y los consejos de mi maestro. Aquellos marineros que a pesar de los desvelos, los sufrimientos, el frío y el hambre habían sido lo bastante fuertes para no desistir en su empeño y no faltar a su palabra se convirtieron en mi guía para lograr el perdón. (p.183)

En la comarca de Liébana además del gran descubrimiento de los libros,  vivirá  el amor, el cariño, la amistad...

Esta es la historia de un Gran Viaje por mar, pero también la historia de iniciación de un joven montañés que dio la vuelta al mundo a la par que daba una vuelta sobre sí mismo–no exenta de desvíos –hasta encontrar el lugar: su lugar.

Se trata de la primera novela de Sergio Martínez, y aunque llama la atención su extensión el escritor consigue mantener el interés gracias a la alternancia de capítulos que transcurren en la montaña y los que transcurren en el mar. Además gracias a un secreto que guardan el protagonista y su hermano pequeño vamos leyendo y leyendo  también con el empeño de llegar a conocer ese misterio que a veces se insinúa: sólo le ocultamos lo más terrible, aquello que por su bajeza guardábamos para nosotros (p.21). En un intento de dejar atrás nuestros pecados (p.45). 

Hay que destacar personajes como el citado Sancho el Tuerto, la tía Elvira, el tío Pedro, Lucía, su hermano Nicolás o la madre. Personajes que están muy bien tratados, aunque algunos salgan poco. Creo que se debería haber cuidado algunos momentos que resultan un tanto tópicos, momentos que al leerlos tenemos la sensación de haberlos leído o visto ya en otras historias. Por lo demás, he disfrutado mucho leyendo esta novela. Hacía tiempo que no leía un libro con tantas peripecias, con esas aventuras que no deberíamos dejar nunca de lado. Y me gusta la atención prestada a lo que siente un cuerpo en las caminatas, en todos esos días en las naves, etc. A veces parece que se olvida en las novelas el tratamiento del cuerpo. Como si nunca tuviésemos hambre. Como si nunca sintiésemos cansancio. 



Sergio Martínez (Santander, 1975) es licenciado en Historia por la Universidad de Cantabria. Actualmente trabaja en esa misma universidad y es coordinador editorial del Museo Cartográfico Juan de la Cosa (Potes, Cantabria). Ha publicado varios libros de investigación y divulgación, y ésta es su primera novela.







PATRICIA L.D.


Nota: esta reseña se subió el 14 de febrero al blog colectivo ALQS2D en el que algunas veces  también colaboro. 

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