Una de
las mejores noticias que nos podían dar: las Bibliotecas Públicas de El Escorial y
de San Lorenzo de El Escorial, están ofreciendo desde hace algunos meses el préstamo
intercentros. Un servicio que permite a los usuarios solicitar libros desde
estas bibliotecas a otras. Si quieres leer un libro que no tienen en tu
biblioteca más cercana, y por ejemplo, sí lo tienen en la de Torrelodones o
Alpedrete, se encargan de traértelo. En unos días el libro llega, te avisan y
vas a por él. Lo más parecido a escribir una carta a los Reyes Magos.
Yo lo estrené con un libro descatalogado de
Peter Handke, Ayer, de camino:
anotaciones de noviembre de 1987 a julio de 1990. Un libro del que solo hay
dos ejemplares; uno en la Regional de Madrid Joaquín Leguina, no prestable a
domicilio, y el que ya está sobre mi mesa, que ha llegado de la Municipal de
Robledo de Chavela. Ahora mismo siento como si tuviera un animal en extinción
en casa, al que tendré que cuidar durante un mes.
Me
gusta pensar en este servicio público como un organismo vivo. Desde que me
pongo en marcha para recorrer el
kilómetro y medio que me separa de la Biblioteca de San Lorenzo, o los dos y medio que tengo hasta la de El Escorial,
para luego pedir el papel y rellenar la solicitud. Más todo lo que esos
movimientos generan: el movimiento de las bibliotecarias, la petición llegando
a su destino, la bibliotecaria de allí que va a buscar el libro en la
estantería, empaquetarlo, enviarlo: y entonces todos esos libros, ya en
circulación, atravesando Madrid. Esa estela que habrá en estos momentos de
miles de páginas de un lugar a otro, quizá cruzándose en algún punto esa autora
con aquella otra, haciendo su recorrido para llegar a las manos de esa persona que, un
poco más tarde, bien en la sala de lectura o bien en su casa, les dará también
voz. Imagino todas esos pasos dibujados
en un mapa mental, como si fueran los Trazos de una Canción de los que nos
habló Bruce Chatwin.
No
quiero imaginar el día que todo eso desaparezca: el día en el que el libro sólo
obedeciese a un clic. Todavía asocio al libro a lo tangible, no sólo por su
materialidad, sino por ese ponerse en camino, que me lleva a relacionarme con
todo lo que se va abriendo paso hasta llegar a la biblioteca, esa barra libre
de letras, y hablar con las bibliotecarias y compartir esos libros, diseminados
por unas bibliotecas y otras, con otros lectores.
En la
portada del libro de Peter Handke, aparece el escritor caminando, llevando en
una mano varios libros. Me parece una
imagen que contiene de alguna manera un deseo: Ayer, de camino: ojalá, mañana también.
Esperemos que no nos vuelvan a dejar sin este servicio.
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