sábado, 19 de septiembre de 2020

Caminar, por William Hazlitt y Robert Louis Stevenson.


 
Nórdica Libros, 2018
Traducción: Enrique Maldonado Roldán
Ilustraciones: Juan Palomino
Prólogo: Juan Marqués
Páginas: 112
16,50 Euros.
 

Caminar recoge dos textos de dos grandes caminantes: De las excursiones de a pie, de William Hazlitt (Maidstone, 1778-Londres, 1830) y Caminatas, de Robert Louis Stevenson (Edimburgo, 1850- Vailima Upolu, Samoa Occidental, 1894). Dos ensayitos de dos personas que elogian –sin ninguna grandilocuencia- el placer de caminar a solas, incluso en el caso de Hazlitt, de dejarnos también a nosotros mismos, durante ese tiempo, un poco olvidados. De ahí que si hay algún encuentro en nuestra salida, mejor que sea con un desconocido que con un amigo. Alguien que no sepa nada de nuestra vida ni nosotros de la suya, y de esta manera, dejarnos ser, sin más. Hazlitt, pp.49-50: No asocio nada a mi compañero de excursión, sino los objetos presentes y los acontecimientos del momento. En su ignorancia de mí y de mis asuntos, de algún modo hace que me olvide de mí mismo.  

En estas excursiones a pie todo lo que implica la ciudad se olvida. Como Stevenson olvida en su caminar el reloj, el paso de las horas, el tic tac dichoso, tan incorporado en nuestra rutina. Menciona al poeta Robert Burns (1759-1796) y cómo éste al pensar en los placeres pasados, recordaba especialmente aquellas horas en las que se hallaba <<pensando felizmente>>. Un pensar feliz que al parecer de Stevenson sería difícil de comprender por el hombre moderno constreñido a todo su alrededor por relojes y campanas, y perseguido, incluso por la noche, por encendidas esferas numeradas, p.97. Me he apuntado esa idea del pensar feliz porque atrapa muy bien el ánimo con el que una se encuentra cuando sale a caminar por el campo. Esos días en los que no hay relojes de por medio- ¡tengo prisa! ¡tengo prisa! – parecen estirarse, medidos como señala Stevenson, únicamente por el hambre y por el sueño. Y por cierto, que qué bien sabe todo lo que aparece en el plato después de una caminata, y qué gusto al tumbarse en la cama.

<<Pensar feliz>>. También aparece en Hazlitt, p. 48-49: estas horas son sagradas para el silencio y la meditación, para ser atesoradas en la memoria y alimentar en adelante la fuente de pensamientos felices.  <<Pensar feliz>>: tanto al caminar como al leer los dos textos que nos ocupan. Los libros que he leído sobre la melancolía están escritos todos bajo el embrujo de ésta; de la misma manera, al leer a Stevenson como a Hazlitt sobre el caminar, en estas páginas tan bien iluminadas por las ilustraciones de Juan Palomino, sentimos que están llenas de un pensar alegre, provocado por eso mismo de lo que hablan. Una alegría que seguramente traslucía en ese amigo de Stevenson que fue tomado por un lunático sólo porque brincaba al caminar como un niño. De los beneficios del caminar en todos los sentidos también se han publicado algunos libros, pero si ya tienen la costumbre de echarse a la espalda la mochila y salir a caminar, lo sabrán sin más. Sentirse como un niño puede que tenga que ver con lo que dice Hazlitt, p.50: perder nuestra importuna, tormentosa e imperecedera identidad personal en los elementos de la naturaleza y convertirse en criatura del momento (…) Dejamos de ser esos trillados lugares comunes que parecemos ante el mundo.

Nadie mejor que el propio Stevenson para  animarles a leer el texto de Hazlitt, p.85: De las excursiones a pie, un texto de tanta calidad que tendrían que penar con un impuesto a todo aquel que no lo haya leído.

Lean y caminen, tendrán pensamientos felices como los de  Hazlitt y Stevenson.

Patricia L.D.

 


Este texto también fue también publicado en el blog colectivo A leer que son dos días.

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