viernes, 22 de junio de 2012

El ancho mar de los Sargazos, de Jean Rhys.


Jane Eyre, de Charlote Brontë (1816-1855) probablemente sea uno de los libros que más veces se ha llevado a la  pantalla. La última adaptación la pudimos ver en las salas a finales del año pasado: la joven Jane Eyre estaba interpretada por Mia Wasikowska y el señor Rochester por Michael Fassbender. Pero esta es otra historia, o en todo caso la continuación de la que hoy nos ocupa,  El ancho mar de los Sargazos, de Jean Rhys (1890-1978).

        ¿Pero cómo que Jane Eyre es la continuación de una historia que se publicó ciento diecinueve años después? Muy sencillo: Jean Rhys leyó Jane Eyre en 1940, y fascinada por el libro, cogió a uno de los personajes de la novela, el gran secreto del señor Rochester, que estaba tan bien guardado y encerrado en una habitación, y decidió darle el protagonismo en un libro, El ancho mar de los Sargazos. Si recuerdan, el secreto encerrado no era otro que la mujer que vivía oculta en Thornfield Hall. La primera mujer del señor Rochester,  Bertha Antoinette Mason.
-       -  ¿Has visto un fantasma?
-       -   No he visto nada, pero me ha parecido sentir algo.
-     -   Eso es el fantasma.

        Bertha Antoinnette Mason, el fantasma, dejará de serlo, porque gracias a Jean Rhys tomará la palabra para contarnos quién es y de dónde viene. Se llama Antoinnette Cosway, y nos la encontramos en la tierra en la que ha crecido, en su mundo. Recorremos con ella su infancia en las Antillas, en los tiempos en  los que se pone fin a la esclavitud. Antoinette Cosway es una niña perteneciente a una familia esclavista, una niña criolla descendiente de ingleses. Tras la muerte de su padre, su madre se vuelve a casar en Ciudad Española con el señor Mason, un inglés que les ayudará a salir de la pobreza en la que han caído: En algunos sentidos todo era mejor antes de que él llegase, pese a que nos rescató de la miseria. <<Justo a tiempo.>> Los negros no nos odiaban tanto cuando éramos pobres. Éramos blancos, pero no habíamos huido, y no tardaríamos en morir porque no teníamos dinero. ¿Por qué iban a odiarnos?

        Y en una atmósfera, magistralmente recreada por Jean Rhys, vemos matas de guayaba, plantaciones de cafetales, montañas y ríos; olemos dulces y suaves perfumes, pero también vemos caballos envenenados, incendios, cuchillos, rumores, mentiras, y puertas que se cierran. En definitiva, casas en ruinas rodeadas de rosales. Y este es el mundo en el que crece Antoinette, un mundo por el que el señor Edward Rochester, cuando entre en él, quedará fascinado y horrorizado por igual. ¿Qué le pasó a la madre de Antoinette? ¿Por qué cuentan que se volvió loca? ¿Está muerta o no? Me pregunté cómo se descubre la verdad y ese pensamiento no me llevó a ninguna parte.  Un mundo del que querrá arrancar a Antoinette. Un mundo entre la locura y la lucidez, entre los sueños, la embriaguez y la luz de la luna.

La novela está dividida en tres partes. En la primera, la historia nos la cuenta Antoinette; en la segunda se alternan las voces de Antoinette y del señor Rochester; y en la tercera, la más corta con diferencia,  ya estamos en Inglaterra,  en la mansión del señor Rochester, en Thornfield Hall, y ahí de nuevo, en uno de los espacios de Jane Eyre, nos encontramos con el fantasma de la casa, Bertha Antoinette Mason (para nosotros Antoinette Cosway). Justamente en el momento antes de…. Y hasta aquí, como Mayra Gómez Kemp, puedo leer. 

Antoinette tuvo que esperar ciento diecinueve años y la pluma de Jean Rhys para dejar de ser un fantasma y contarnos su versión. Como podemos leer en uno de los diálogos de El ancho mar de los Sargazos:
-         - ¿Hay otra versión?
-         - Siempre hay otra versión.


     Seguro que les gustaría conocer  la versión de alguno de los personajes de sus libros favoritos. En mi caso no es otra versión, pero sí me gustaría saber cómo hubiese sido Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno, en la edad adulta. ¿Cómo se hubiese desenvuelto? En fin, eso que aunque no se haya escrito, también nos gusta imaginar. Los personajes y sus historias no se quedan en el libro tras cerrar sus tapas. Como no se quedó Antoinnette Cosway en Jane Eyre.
Patricia L.

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