sábado, 5 de mayo de 2012

El derecho a no terminar un libro.

Así empieza Yo,Claudio, de Robert Graves: Yo, Tiberio Claudio Druso Nérón Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá (porque no pienso molestarlos todavía con todos mis títulos), que otrora, no hace mucho, fui conocido por mis parientes, amigos y colaboradores como <<Claudio el Idiota>>, o <<Ese Claudio>>, o <<Claudio el Tartamudo>> o <<Clau-Clau-Claudio>>, o, cuando mucho, como <<El pobre tío Claudio>>, voy a escribir ahora esta extraña historia de mi vida.

Así empieza Yo,Claudio, la serie de televisión basada en las dos novelas de Graves, Yo,Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina: Yo, Tiberio Claudio Druso Nérón Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá, conocido no hace mucho tiempo por amigos y parientes como <<Claudio el Idiota>>, o <<el Tonto de Claudio>> o <<Claudio el Tartamudo>>, voy a escribir ahora esta extraña historia de mi vida.

El martes tenemos la reunión del club de lectura, y Yo,Claudio es el libro que trataremos. Empecé a ver la serie porque no podía más con la historia escrita por Graves sobre la Roma imperial. La Roma imperial contada a través del personaje Claudio (sí, él, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá) quien se convertiría más tarde –quién se lo iba a decir a todos los que se burlaban de él –en emperador. Lo intenté, hice un gran esfuerzo, llegué hasta la página 288 (me faltaban 273 para terminarlo) hasta que me dije, o yo, o él, él, él: Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá.

Respecto a la serie, no llegué ni a los treinta minutos. M. me dejó el viernes la serie entera. 650 minutos que me esperaban contenidos en 6 DVD. Ya lo tenía organizado: 2 el viernes; 2 el sábado; y mañana, domingo, los 2 últimos. Podría ver lo que se me resistía en la lectura. Imposible. Así que recordé los derechos imprescriptibles del lector que enumera Daniel Pennac en su libro Como una novela (un libro orientado a meter el gusanillo de la lectura en los más jóvenes):

  1. El derecho a no leer.
  2. El derecho a saltarse páginas.
  3. El derecho a no terminar un libro.
  4. El derecho a releer.
  5. El derecho a leer cualquier cosa.
  6. El derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual).
  7. El derecho a leer en cualquier lugar.
  8. El derecho a hojear.
  9. El derecho a leer en voz alta.
  10. El derecho a callarnos.

Qué a gusto me quedé. Se me estaba poniendo ya cara acelgada con todos los líos de Livia, Augusto, Tiberio, Julia, Germánico y compañía. Qué culebrón. Cuántas batallas. Cuántos destierros. Y el miedo a ser envenenado. Y cuántos hermanastros. Vaya árbol genealógico. Y calculaba cuántas páginas tenía que leerme al día si quería terminarlo a tiempo. Y hacía divisiones. Y leía cuatro páginas más (que eran como cien de cualquier otro libro) y volvía a contar con los dedos -como hacíamos de pequeños- los días que me quedaban, y dividía de nuevo las páginas entre los días… Y pensé en el horror que sentirían los compañeros que no disfrutaban de La Celestina, ni del Lazarillo, ni de El guardián entre el centeno. O de cualquiera de los libros que nos mandaban leer en el colegio y en el instituto. Supongo que eran lectores potenciales que se quedaron ahí. Si me llegan a dar Yo,Claudio (el mismísimo Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá) creo que no hubiese vuelto a abrir un libro en mucho tiempo. Y no estaría aquí escribiendo un post sobre un libro-que-no-he-podido-terminar.

Para desquitarme, hoy me he ido al cine. He visto Martha Marcy May Marlene (2011), de Sean Durkin, y me ha maravillado la actuación de Elizabeth Olsen (ninguna de las gemelas que veíamos en Padres forzosos, sino una hermana de ellas). Copio la sinopsis de los Renoir, por si alguien no ha oído hablar de esta película y quiere saber de qué va: Martha, sumida en una gran depresión, vive en una granja de una comunidad en los bosques del estado de Nueva York que ayuda a personas con problemas psíquicos. La joven comprueba que la vida en la granja le agobia y la sobresalta debido a los métodos de Patrick, el líder. Se refugia en la casa de su hermana Lucy en Connecticut, donde vive con Ted, su marido. Pese a que es un entorno apacible y bello, Martha está presa de sus recuerdos en la granja y la complicada e inquietante relación con Patrick y sus continuos chantajes emocionales.


P.L.

3 comentarios:

  1. Mi estimadísima p.l.(acrónimo quizás de pienso y leo), en virtud de los inalienables derechos del lector de Daniel Penac, recuerda que en su famoso libro exponía que pasar las cien páginas era franquear el Cabo de Hornos, un tocón geográfico simbólico, metáfora de la inmersión profunda en la lectura de un libro. Yo, por desgracia, demasiado buen marinero, navegante de libros infames y aburridos, de tortuosos capítulos, acabé la singladura, llorando todas y cada una de esas páginas, emocionado, no orgulloso, por llegar a puerto y cerrar sus aviesas páginas que a punto estuvieron de saciar para siempre mis ansías de mar de letras. Ojalá hubiera sucumbido como tú, orgullosa y valiente, sin arrepentimiento, impúdica de manifestar que no habías leído el libro, por una cuestión de matemáticas no te salían las cuentas, una mera ecuación se multiplicaban las frases de Yo, Claudio y se dividían por el entusiasmo hacia ellas. (X= le voy a apuñalar al que ha escrito ese libro.)
    No como quien escribe, que por confesa vanidad acabó la novela, pero llegó a tierra exhausto y humillado por sus inmisericordes capítulos.- Ojala hubiera naufragado en el proceloso océano y haber sido arrastrado por las olas a una isla desierta, liberado de esa novela, pecio vomitado a las orillas en un cantil desierto y allí, solo, liberado, redimido del castigo de seguir leyendo, recordar que en una isla como aquella se gestó a Robinson Crusoe y tener la esperanza de que un barco me rescate para ir corriendo a una biblioteca a coger un ejemplar de esa novela y recuperar, ya sanado, mis ansias de lectura.

    P.L. no te avergüences de lo que escribe. A mi por ejemplo me gusta como lo haces.

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    1. Gracias por tu comentario, Javier. Sin duda, "Yo,Claudio" ha sido toda una aventura en nuestra vida de lectores. Unos llegasteis a puerto, otros nos quedamos en el camino, pero lo importante es que cada uno a nuestra manera superó la prueba, y por tu comentario-narración, casi diría que la Odisea.
      “Robinson Crusoe”... Qué buen recuerdo guardo de ese libro. Gracias por recordármelo.

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