lunes, 23 de abril de 2012

Las malas hierbas (2009), de Alan Resnais.

Ayer vi Las malas hierbas, de Alain Resnais. Antes de saber que iba a verla, pensé que la tarde apuntaba bien: buena temperatura, sol, gente paseando por todas partes, y una especie de Samuel L. Jackson en sus tiempos de Pulp Fiction. Pero más joven, tumbado en el césped, y vestido todo de rojo: camiseta y vaqueros. Me gustó ver a un joven Samuel L. Jackson, y me gustó ver ese contraste del rojo con el verde del jardín. Más tarde vi en el autobús a un pequeño Billy Elliot. Y me acordé de John Travolta, cuando en Pulp Fiction –otra vez Pulp Fiction –acompaña a Uma Thurman a ese restaurante donde los batidos cuestan 5 dólares, y en el que los camareros hacen de James Dean, Marylin Monroe, etc. Ayer todo se convertía en un parque temático de estrellas.

No tenía muy claro en qué sala meterme, así que me dejé llevar de modo maquinal, o quién sabe, igual haciendo una asociación con la hierba del título y el césped que acababa de ver, y pedí entrada para ver esa película, Las malas hierbas, basada en la novela de Christian Gailly, El incidente. Una película que me hubiese gustado que viese L.  ya que tanto le atrae el tema del azar. Aquí el azar está presente en forma de robo. A una mujer le roban el bolso, y el hombre que se encuentra la cartera decide, sin que sepamos el motivo de su encaprichamiento, ponerse en contacto con ella. No le basta con que el policía devuelva la documentación a la señora. A partir de ahí –de ese “incidente” que es el título de la novela, pero del que Resnais prescinde en el título de su película –surge toda la historia.

Las malas hierbas. Las malas hierbas son aquéllas que interfieren en el buen desarrollo de los cultivos. Las que aparecen ahí, sin ningún sentido, y lo vuelven todo patas arriba. Así son los personajes principales de esta película. Para que se hagan una idea: al final una niña que no ha aparecido en todo el film, sale en escena y le pregunta a su madre: Mamá, cuando sea gato ¿podré comer croquetas? Y es que el equivalente a una mala hierba son estos seres irracionales, que te los encuentras viviendo con una lógica muy particular, una lógica, si se puede decir, carente de toda lógica, y  que trastoca a los demás cuando se presentan en su vida. Todos nos hemos encontrado alguna vez con  una o dos malas hierbas, y en ocasiones nos dejamos llevar por esa irresistible vitalidad que desprenden, y otras preferimos no cruzarnos demasiadas veces en su camino. ¡Que no crezcan a nuestro alrededor! ¡Quién sabe qué consecuencias podrían acarrear! ¡Sálvese quien pueda!

¿Pero qué pasa cuando dos malas hierbas son las que se encuentran por un acontecimiento azaroso como es el robo de un bolso? Para contestar a esa pregunta tendrán que ir al cine. Sólo digo que puede que todo acabe bien, o puede que todo acabe mal. O puede que les dejen elegir el final, así, al gusto de cada uno.

En un momento de la película, y sin saber todavía por dónde iba a ir esta historia, me dije, uy, esto sí que no me lo esperaba… Y es que la historia consigue hacerte sentir precisamente eso que se siente cuando te encuentras con ellas, con las malas hierbas: todo se vuelve caótico, confuso, sin pies ni cabeza, imprevisible. Las malas hierbas se dejan guiar por lo primero que se les ocurre. Aunque después de ver el programa de ayer de Punset, me pregunto, ¿no somos todos un poco o un mucho, malas hierbas? Al parecer, antes de tomar una decisión conscientemente, nuestro inconsciente ya se ha anticipado, y por tanto, aunque creamos que elegimos lo que queremos de un modo voluntario, la realidad es que él, el inconsciente, ha tomado la delantera. 

Y en este programa de Redes, que ya me había avisado también L. días antes de que podría estar bien, hablaron de la plasticidad cerebral. Esta plasticidad cerebral echa por tierra lo que se venía creyendo hasta ahora, esto es, que según vamos haciéndonos mayores las neuronas dejan de crecer, que van deteriorándose. Según los nuevos estudios, cada vez que aprendemos una palabra nueva, o un nuevo rostro, algo cambia en nuestro cerebro. Y para que no dejen de crecer nuestras neuronas, y para que nuestro cerebro no deje de cambiar, de moldearse porque tiene plasticidad, hay que seguir aprendiendo, ya que aprendiendo cosas nuevas se consigue que la fuerza de las conexiones entre las células cambie. Dicen que nuestro cerebro está preparado para aprender durante toda la vida, y esto depende de nosotros, y no tanto de la genética.

Y este paréntesis punsetiano viene a cuento de la película  Las malas hierbas, porque su director, Alan Resnais, debe tener un cerebro de blandiblú, de una plasticidad prodigiosa. Resulta una maravilla ver una película tan moderna y tan  joven, hecha por un hombre de 90 años.

Mamá, ¿cuando sea gato podré comer croquetas? ¡Tengan cuidado, una nueva mala hierba acaba de nacer!

P.L.

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