domingo, 16 de junio de 2013

Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi.


SOSTIENE PEREIRA
Antonio Tabucchi
Anagrama, 2006
Traducción de Carlos Gumpert y Xavier González Rovira.
184 Págs. 7,90 Euros.

            Pereira comenzó a sudar, porque pensó de nuevo en la muerte. Y pensó: Esta ciudad apesta a muerte, toda Europa apesta a muerte. (p.13)

            Esa ciudad que apesta a muerte, como toda Europa es Lisboa en el año 1938 durante la dictadura salazarista; y el hombre que suda y piensa en ese olor es Pereira, un periodista del Lisboa que un día decide buscar a alguien para que escriba las necrológicas anticipadas de los artistas que mañana morirán. Entonces encuentra a Monteiro Rossi, un joven que a diferencia de Pereira no está interesado en la muerte sino en la vida. Pero, ¿qué dice, señor Pereira?, exclamó Monteiro Rossi en voz alta, a mí me interesa la vida. (p.22)
           
            Efectivamente, Monteiro Rossi habla en voz alta, porque le interesa la vida, el presente, la política. Poco a poco, Pereira irá acercándose más a Monteiro Rossi y a su novia Marta, y serán para él la encarnación de lo que el  doctor Cardoso –que ha leído a Freud –denomina el evento: el evento es un acontecimiento concreto que se verifica en nuestra vida y que trastoca o perturba nuestras convicciones o nuestro equilibrio, en fin, el evento es un hecho que se produce en la vida real y que influye en la vida psíquica, usted debería reflexionar sobre si en su vida ha ocurrido algún evento. He conocido a una persona, sostiene haber dicho Pereira, mejor dicho, a dos personas, un joven y una muchacha. (p.102)

            Gracias a ese evento, a la aparición de esos dos jóvenes, Pereira empezará a cuestionarse su vida y a replantearse si debe permanecer en silencio o empezar a hablar. Callar, mirar hacia otro lado, hacer como si no fuera con él  la cosa, seguir "monologando" con el retrato de su difunta esposa y recordar sus años de estudiante en Coimbra; o bien hablar, mirar de frente al presente, tomar partido. Sí, dijo Pereira, pero si ellos tuvieran razón mi vida no tendría sentido, no tendría sentido haber estudiado Letras en Coimbra y haber creído siempre que la literatura era la cosa más importante del mundo, no tendría sentido que yo dirija la página cultural de ese periódico vespertino en el que no puedo expresar mi opinión y en el que tengo que publicar cuentos del siglo XIX francés, ya nada tendría sentido, y es de eso de lo que siento deseos de arrepentirme, como si yo fuera otra persona y no el Pereira que ha sido siempre periodista, como si tuviera que renegar de algo. (p.103)
           
            Sostiene Pereira sostiene que uno se puede arrepentir de lo que no ha hecho y empezar a hacerlo. Sostiene Pereira a través de la boca del doctor Cardoso, nos habla de la teoría de la confederación de las almas que vendría a confirmar esa posibilidad de cambio: Lo que llamamos la norma, o nuestro ser, o la normalidad, es sólo un resultado, no una premisa, y depende del control de un yo hegemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; en el caso de que surja otro yo, más fuerte y más potente, este yo destrona al yo hegemónico y ocupa su lugar, pasando a dirigir la cohorte de las almas, mejor dicho, la confederación, y su predominio se mantiene hasta que es destronado a su vez por otro yo hegemómico, sea por un ataque directo, sea por una paciente erosión. Tal vez, concluyó el doctor Cardoso, tras una paciente erosión haya un yo hegemónico que esté ocupando el liderazgo de la confederación de sus almas, señor Pereira, y usted no puede hacer nada, tan sólo puede, eventualmente, apoyarlo. (p.104)

            Pereira finalmente apoyará a ese yo que puja por derrotar al otro que hasta ahora ha dominado su personalidad, y ayudará a Monteiro Rossi y a Marta, dejará a un lado el silencio y por fin podrá pedirse un oporto seco y fumar tranquilamente un cigarro.
            ¿Una limonada, señor Pereira?, le preguntó solícito Manuel mientras él se sentaba a una mesa. No, respondió Pereira, tomaré un oporto seco, prefiero un oporto seco. Es una novedad, señor Pereira, dijo Manuel, y más a estas horas, pero de todos modos me alegra, eso quiere decir que está mejor. (p.175)

            ¿Es la literatura un evento –como lo son Monteiro Rossi y Marta  para Pereira –que puede trastocar nuestras convicciones?

            Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi (1943-2012) me gustó mucho la primera vez que lo leí y me ha gustado mucho la segunda. Espero conseguir un día  la adaptación cinematográfica, aunque sin haberla visto todavía, ya me he imaginado a Marcelo Mastroianni como Pereira.


Fotograma de Sostiene Pereira (1996), de Roberto Faenza

Patricia L.D.


7 comentarios:

  1. Queda apuntada la novela.
    A mí también me interesa la vida, muchísimo más que la muerte. Y arrepentirme de lo que no he hecho, pero que, además, no haré.

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  2. Creo que te gustará, Consuelo.Fue una lectura para el club de San Lorenzo de El Escorial, y prácticamente todos disfrutamos de ella.
    Un abrazo,
    Patricia

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  3. Es una novela bien escrita, a ritmo, con los colores gastados de los azulejos de las calles de Lisboa, con cuestas y estrecheces, con mucha historia, toda la del siglo XX. No es un conjunto de ocurrencias puestas en boca de un personaje: al contrario, las opiniones de "Pereira" no son más que alimento para el personaje y para el drama. Y sí, es de las que hay que leer en horas tranquilas del verano, Patricia...

    Yo sí ví la película, después de leer la novela, y sé que te gustará. Fue una adaptación cuidada, y el protagonista estuvo inmejorablemente elegido.

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  4. Hola Miguel,
    un día de estos encontraré la película y la veré; también iré a Lisboa, que no la conozco todavía:-) Me ha encantado tu comentario.

    Patricia

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  5. A mí también me ha encantado el comentario de Miguel.
    Y en Lisboa, sí, hay que perderse.

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  6. Echo de menos otra reseña tuya. ¡Ya ha pasado un mes y medio!

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  7. Hola Miguel! El día 9 iré a Santander en busca del otoño :-) Quizá allí (o a la vuelta frente al ordenador) esté un poquito más inspirada. Me alegra que tú sí puedas escribir. Te lee y te envía un abrazo,
    Patricia

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