martes, 4 de junio de 2013

BLOW-UP (1966), de Michelangelo Antonioni.

¿Ron? Ha ocurrido algo fantástico. Esas fotografías del parque… ¡Es fantástico! Una persona pretendía matar a otra. Yo le he salvado la vida. Escucha, Ron, había una chica. Ron, ¿quieres escucharme? Lo más fantástico de todo eso es que…

            Nuestro protagonista no tiene nombre, nuestro protagonista se siente cansado no sólo de Londres sino de todo en general.
Modelos que representan ficciones de colores; adolescentes que quieren ser fotografiadas como si fueran esas modelos; espacios que no sabemos si son estudios, casas, o casi-como-algo-similar-a; mujeres que dicen que se marchan en el avión de las 11:00 a París pero al rato las encontramos en una fiesta en Londres. ¿Quizá querían decir, como si fueran lectoras de  Hemingway que “París era una fiesta”?

Nuestro protagonista sin nombre saca fotografías a esas modelos, y promete hacer lo mismo con las adolescentes que le suplican dos minutos de su atención, aunque luego no lo hace. Nuestro protagonista sin nombre también pasa la noche en una pensión simulando lo que no es, con un jersey roto y unos pantalones deshilachados. Saca fotografías a los que no tienen ni pan para comer y a continuación, una vez robadas esas fotos, se marcha en su descapotable, recorriendo las calles, aunque se le nota muy cansado de no haber pegado ni ojo. Esto no me aporta  nada, dice. Agotado, hastiado, vacío.
            Visitará una tienda de Antigüedades y se encaprichará de una hélice, pero no para usarla cómo hélice, sino quizá como si fuera una escultura. Y se la querrá llevar en su coche como si éste fuese de repente un camión para las mudanzas. Aquí todo se confunde. Aquí todo es “como si”. Como si fuera un vagabundo, como si fuera una casa, como si fuera una escultura, como si fuera una modelo, como si fuera su novia, como si fuera su amigo, como si fuera lo que no soy, ni lo que no es.

            Y robará en una especie de parque unas fotos a una pareja –¿de amantes? ¿de enamorados? ¿o quizá tampoco son  lo que parecen? –y aumentará (blow-up) esas fotos en su estudio-casa-laboratorio, y acercando la lupa y posicionándose no frente a, sino al margen de ellas verá lo que antes no había visto en el parque, lo que se le había pasado desapercibido, y pensará que a lo mejor fue (sin saberlo) testigo de un asesinato. Puede que hubiese asesinato o puede que no, y puede que esa mancha, ese fragmento de foto que ve ahora tan aumentado sea un cadáver, y aquel otro fragmento una pistola, y así  como todo,  puede que sea y puede que no. O quizá todo se resuma en el intento desesperado –nuestro protagonista sin nombre ya está sudando –por  dar un sentido a tanto sinsentido, aferrarse a algo, ir contando todo lo que le sugiere esa pistola que le parece ver en la foto, y encontrar no sólo un sentido a la foto también a su vida. Como hace su amigo el pintor con sus cuadros: No representan nada cuando los pinto. Sólo un revoltijo. Después encuentro algo a lo que asirme, como esa pierna. Entonces todo se define y adquiere sentido. Es como hallar una pista en una investigación.
Y esa pistola puede que sea como esa pierna que ve su amigo el pintor en su cuadro,  puede que gracias a ella todo adquiera un sentido, sí, puede que sea como hallar una pista en una investigación. Y él empezará a investigar, regresará al parque a ver si está el cadáver-mancha que ha visto en la fotografía, y lo verá quizá, o quizá no, beberá vino, recorrerá las calles  de noche, fumará, entrará a un concierto, pasará por una fiesta,  y quizá vea ese cadáver tan real como los mimos ven tan real la pelota con la que juegan al tenis, y entonces entrará en el juego, pondrá las reglas del mismo, jugará, creerá. Hasta que al final también juegue con esos mimos, compartirá con ellos ese partido,  escuchará el sonido de la pelota golpeando en las raquetas, pim-pam, pim-pam, y la verá salirse de la pista, la seguirá con la mirada, irá caminando hasta ella, la cogerá, se la lanzará a los mimos para que sigan jugando.
Pim-pam. Pim-pam. Y nosotros los espectadores, ¿acaso no vemos esa pelota, y esas raquetas, como las ven los mimos y como las ve nuestro protagonista sin nombre? ¿Acaso no escuchamos ese sonido? Pim-pam-pim-pam. Hasta que finalmente nuestro protagonista sin nombre desaparezca como si fuera una mancha en un cuadro. Un borrón aumentado de una fotografía. Puede que nosotros los espectadores también encontremos algo a lo que aferrarnos, puede que nos aferremos a ese protagonista aunque ni siquiera tenga un nombre. Entonces toda la historia se define y adquiere sentido. Es como hallar una pista en una investigación. ¿Quieren jugar? ¿Quieren hacer como si fueran detectives? Pues jueguen, participen, investiguen, vayan más allá, sitúense más acá de esa fotografía en particular, y de la película en general, cojan la lupa, denle al pause, rebobinen, vuelvan a dar al play, ¡es fantástico! ¡es fantástico! Como el cuento Las babas del diablo del gran Julio Cortázar en el que se inspira la película de Michelangelo Antonioni. Porque no todo se acaba en lo que uno tiene delante de los ojos. Hay algo más allá o más acá de los sentidos. Al final  parece como si lo hubiésemos entendido. O puede que no. 

Patricia L.D.
 

4 comentarios:

  1. Otra película que tengo que ver. Sobre todo por el jugo que le sacas a cada una de ellas.
    Me gusta ese análisis tan especial en la que "juegas, participas, investigas, vas más allá".

    Besos,
    Consuelo

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    1. Espero que te gusten las pelis si las ves. Dentro de poco iré a ver la que han hecho sobre Hannah Arendt. Ya te contaré:-)
      Un abrazo,
      Patricia

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  2. ¡Que recuerdos! Comenzaba mi afición a la fotografía en aquellos primeros años de los 70 cuando ví esta película en un cine de esos que se llamaban de ArteyEnsayo por Moncloa. Me impresionó mucho. Habrá que verla otra vez tras los acertados comentarios de Patricia.

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    1. Qué envidia me dais los que entendéis de fotografía!! Yo miro -como al chico sin nombre de Blow-up- lo que otros fotografiáis :)
      Un abrazo y hasta el martes de lectura + merienda.
      Patricia

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