miércoles, 3 de octubre de 2012

Almas grises, de Philippe Claudel.

Pero nada es simple. Los únicos que no se equivocan son los santos y los ángeles. Almas grises, de Philippe Claudel (Nancy, 1962) no nos habla de santos ni de ángeles, pero sí de personas que sonríen a los demás aunque estén desgarradas por dentro; que cuentan pero también esconden muchos secretos; de mutilados, tanto de brazos como de corazón; de padres, esposos, novias y de  personas que pensaban que eran felices, hasta que llegó un día en el que todo empezó a derrumbarse. Como se derrumbaba más allá de sus límites, de su colina, otro mundo: Por supuesto, oíamos la guerra. La habíamos visto anunciada en los carteles de la movilización. La leíamos en los periódicos. Pero, en el fondo, la sorteábamos, convivíamos con ella como se convive con un mal sueño o un recuerdo amargo. No acababa de formar parte de nuestro mundo. Pertenecía al del cinematógrafo.

            Lo que no pertenece al cinematógrafo es la aparición en 1917 del cuerpo sin vida de una niña de diez años: Belle de Jour. De este hecho trágico y del misterio que le envolvió, quiere dar cuenta el narrador de la  historia. Un hombre que en aquél entonces tenía treinta años y ya ha cumplido los cincuenta.

            En esos veinte años han pasado muchas cosas, y sólo le queda la memoria y muchas preguntas sin contestar. A través de los recuerdos y su materialización en la escritura, tratará de excavar en todo lo que tuvo alguna relación con el denominado Caso, teniendo que dar cuenta no sólo de ese triste día, sino de los años anteriores y también posteriores, y sobre todo de un gran número de existencias grises. Las cosas no son ni blancas ni negras, lo que reina es el gris: los hombres, sus almas…, pasa lo mismo.

            En esta historia, pocas veces se mencionan colores que alegren sus páginas, porque en este pueblo, cualquier destello de color, de belleza –como lo tenía la pequeña Belle de Jour –al igual que ocurre con una flor, termina marchitándose o directamente es arrancado de cuajo. Y entre el lento marchitar y el adiós rápido, muchos preferirán el segundo, envidiando, si no lo consiguen, la suerte de quienes sí lo tuvieron: No conoció el mal, se fue sin conocerlo. A nosotros, en cambio, el mal nos ha vuelto feos.

            No es de extrañar que con tanta fealdad, tanta maldad, y tantos valores que ya han perdido todo el valor que pudieron tener un día, un personaje, Joséphine La Pelleja, confiese: Si tuviera buenos cacharros de cobre, los colgaría igual, y producirían el mismo efecto, la sensación de que el mundo no es tan feo, de que a veces hay pequeños reflejos dorados, y de que en el fondo la vida no es más que la búsqueda de esas migazas de oro.  

            Y no es la única que confiesa. El propio narrador también confiesa todo lo que en su día no se atrevió. Y es que a veces se silencia demasiado. Porque interesa no decir, porque interesa ocultar, porque es mejor mirar hacia otro lado, por miedo, porque no somos una ciencia exacta. En Almas grises no sólo se trata de dar respuesta a un asesinato, sino a muchas otras preguntas: las que le hace el narrador a los demás, las que se hace a sí mismo, y las que nos hace a nosotros, como parte que formamos de un todo.

            Para terminar, sólo decir que la prosa de Philippe Claudel está llena de belleza. Una migaza de oro.

            Abstenerse de su lectura santos y ángeles.

            P.D: Almas grises es el primer libro que hemos leído en el Club de lectura de San Lorenzo de El Escorial. A la mayoría, no digo a todos por si acaso algún comentario se me pasó por alto, nos ha gustado mucho. Y además ha dado juego a la hora de comentarlo.Variedad de interpretaciones.

Patricia L.

Nota: Este post aparece también en el blog colectivo A leer que son 2 días. Para leer comentarios a la entrada, puedes dirigirte allí.

4 comentarios:

  1. Que buena pinta tiene este libro. Estos libros narrados en primera persona por el protagonista y en la que se entremezclan recuerdos e historias melancólicas, tristes, pero también alegres me gustan mucho. De hecho acabo de terminar Tokyo Blues de Murakami y me encantó su tono melancólico, triste.

    Esta forma de narrar confiere un gran realismo a la historia, y si el autor sabe conferir a la historia el tono preciso, siempre salen libros muy interesantes y atractivos para el lector.

    Me lo apunto.

    Ruben Redondo

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  2. Sí, es verdad. El tono le da realismo, y a la vez le envuelve en un halo de melancolía que es difícil que nos deje indiferente. Así que ya has terminado Tokyo Blues... Si finalmente te animas con la peli nos cuentas.
    Un saludo y ahora te veo por Twitter :)
    Patricia

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  3. Totalmente de acuerdo que la prosa de Claudel en esta novela es "una migaza de oro".
    Fascinante como escribe.
    Gracias por acercarme al autor.
    Besos,
    Consuelo

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  4. Gracias por tu comentario, Consuelo.Hace poco, y aconsejada por un compañero del club de lectura, vi una película dirigida también por el escritor, y me sorprendió: me gustó mucho. Se titula "Hace mucho que te quiero". Protagonizada por Kristin Scott Thomas, maravillosa como siempre. La tienen en la biblioteca de San Lorenzo;-)
    Un abrazo,
    Patricia

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