sábado, 14 de enero de 2012

THE ARTIST, de Michael Hazanavicious

 
Leí en una revista de ocio que The Artist tendría que enfrentarse a la pereza de los espectadores a la hora de meterse en un cine para ver una película muda. Porque The Artist es una película muda. Pero la película está teniendo su público, y entre ese público nos encontrábamos el viernes 13,  L., D., J., y yo. Más tarde, nos despediríamos preguntándonos si volveríamos a acertar en nuestra próxima salida-cinematográfica con una película del mismo modo como lo hicimos ayer. Pleno: a los cuatros nos encantó. ¿Y por qué no íbamos a acertar? Pues porque no todos los días se tiene el lujo de ir a ver una película tan ma-ra-vi-llo-sa como ésta.
L. nos llamó la atención sobre la sonrisa del actor (Jean Dujardin), y sobre el rostro tan expresivo de la actriz (Bérénice Bejo). En la película dan vida a los personajes George Valentin y Peppy Miller. Así, tal cual. George Valentin y Peppy Miller. Como dos estrellas, como dos nombres venidos de un mundo muy lejano a entrar en el nuestro por la obra y gracia de este joven director: Michel Hazanavicius (1967). Porque nos encontramos en el año 1927, en el mundo HOLLYWOOD, ese mundo de estrellas del cine mudo que luego tendrían, con la llegada del sonoro, que estrellarse. PLAFF!! Pero ahí está nuestra nueva musa del sonoro, Peppy Miller, para ir recogiendo los pedacitos y recomponerlos y darles, por qué no,  algo de esperanza. Peppy Miller, y el perrito fiel,y Clifton el chófer. Porque en aquella época las estrellas  tenían chófer, claro que sí. Y doncellas. Y eran fieles a los actores con los que trabajaban. Aunque luego no pudiesen pagarles su sueldo. Aunque todo fuese en blanco y negro. La magia del cine. La maravilla de entrar y encontrarte sentada junto con otros que quieren pasar 1 hora 40 minutos con una sonrisa en la boca. Porque esta película la ves la mayoría del tiempo con esa sonrisa en la boca. Y nos llamó la atención que en la sala hubiese un hombre con un perro. Y cómo el perro se puso a ladrar (2 ladridos) y tuvo que marcharse. El perro y el señor. Y por esas casualidades geniales que sólo pasan en la sala de un cine, en una escena, George Valentin entra en un cine acompañado de su pequeño perro, y ríe con el público viendo la película, ya en sonoro, de Peppy Miller. Así como nosotros teníamos -aunque no sé si riendo o no, o más bien apurado- a un señor con un perro dentro de nuestra sala. El cine dentro del cine. El blanco y negro dentro de un mundo de color. Con nuestras gafas nuevas, nuestros libros de portadas llamativas, nuestros llaveros de arco iris y nuestras bolsas de El Corte Inglés. Nuestras sonrisas viendo a ese tremendo John Goodman sin colores, expresándose con y en su gordura, y con sus gestos. Me dijo J. que también tiene una breve intervención el protagonista de La naranja mecánica, el actor Malcolm McDowell. Vayan al CINE, a ver si le reconocen, y no se pierdan el baile final... Se les moverán los pies. Y el corazón.

P.L.

4 comentarios:

  1. He disfrutado de nuevo la película leyendo tu estupendo artículo. Cuánta magia en el silencio, en el blanco y negro, y en cuatro amigos que se van felices a sus casas después de haber tenido un gran acierto. Bsos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Danis,
      sí,nos fuimos todos con una sonrisa y tres con un marca-páginas de París;-)Gracias de nuevo, un detalle.
      A ver si la próxima vez volvemos a dar con una película que nos guste a los cuatro. Abrazo!

      Eliminar
  2. La verdad es que es un placer salir de una película con tantas emociones positivas y tan agradecida al cine. ¿Qué sería de nosotros sin los momentos de felicidad que nos procurar. Estaríamos tal vez diezmados.....
    La compañia, por supuesto, también contribuye.

    ResponderEliminar
  3. Jao Laly! qué bueno verte por aquí;-)A ver qué nos espera la pantalla (digo la semana) que viene.

    ResponderEliminar